lunes, 20 de septiembre de 2010

El pánico al encierro

ES UN MIEDO APRENDIDO, GENERALMENTE RELACIONADO CON ALGUNA EXPERIENCIA TRAUMÁTICA
Problema. Cuando el miedo trastorna la vida personal o laboral de un individuo, se habla de una patología, de una fobia.
Li Misol
li.misol@listindiario.com
Santo Domingo
Hay pocas cosas como sentirse atrapado en un espacio reducido sin poder salir.
No son pocos los que sienten aprehensión al momento de subir a un ascensor o a montarse en un avión, estacionarse en un aparcamiento subterráneo de techos muy bajos e incluso al quedar encerrados en un baño o un clóset. >
Cada ser humano tiene sus formas de manejar el confinamiento en lugares estrechos, pequeños o incómodos; sólo hay un grupo que no puede tolerarlo bien: los claustrofóbicos.
Según comenta el psiquiatra y psicólogo Luis Montalvo Arzeno, director de la Unidad de Salud Mental de Cedimat, se habla de claustrofobia cuando esos espacios reducidos se tornan insoportables, generan una ansiedad difícil de controlar y la persona siente que debe escapar, huir a toda costa de ese lugar que le produce tan desagradable sensación.
Cuando esa necesidad de escape trastorna la vida personal o laboral de un individuo, se habla de una patología, de una fobia.
El origen
Montalvo Arzeno explica que hay dos miedos con los que todos los seres humanos nacen: “El miedo a caer al vacío y el miedo a los ruidos fuertes”. Ambos vienen escritos en los genes del niño en su “programa” de situaciones adversas. Las fobias, en cambio, son miedos aprendidos, generalmente relacionados con experiencias traumáticas.
En el caso de la claustrofobia, puede estar determinada por experiencias como haber quedado atrapado en un ascensor por mucho tiempo.
Los especialistas han relacionado la claustrofobia con la agorafobia, que es el miedo a sufrir un ataque de pánico y no poder salir de determinado lugar para recibir auxilio.
Huir de la causa del miedo refuerza la claustrofobia
La claustrofobia se aprende. “Nadie nace con ese miedo”, asegura el psicólogo y psiquiatra Luis Montalvo Arzeno, quien añade que este problema se comienza a manifestar alrededor de los 20 años en aquellas personas que han sufrido alguna experiencia traumática en la que se han visto confinadas por muchas horas en un espacio reducido, solas o con otras personas que han entrado en pánico.
Según Montalvo Arzeno, diector de la Unidad de Salud Mental de Cedimat, algunos autores han relacionado la claustrofobia con la agorafobia, pero ¿por qué? Para empezar hay que desechar el mito. Agorafobia no se refiere al miedo a espacios abiertos, las plazas y sitios llenos de gente. Se trata de una persona que tiene fobia a sufrir un ataque de pánico en un espacio donde no pueda recibir ayuda.
“En ambos casos se busca la salida; en el caso del claustrofóbico, del espacio cerrado, y el agorafóbico para recibir ayuda ante su temor a sufrir un ataque de pánico”, explica el especialista.
Ambos fóbicos, de estar mucho tiempo expuestos a la causa de sus miedos, manifestarán ansiedad y tendrán síntomas somáticos que incluyen taquicardias, dolor de pecho, falta de aire, respiración difícil, mareos, sudoración y otros.
Diferencia
Los síntomas antes mencionados son los mismos que sobrevienen en un ataque de pánico, pero los claustrofóbicos no sufren ataques de pánico.
“Los ataques de pánico no se sabe qué los produce, pueden dar en cualquier sitio sin provocación o estímulo alguno”, explica Montalvo Arzeno. En cambio la reacción de ansiedad en claustrofóbicos y agorafóbicos es un miedo intenso del que se conoce el origen. La ansiedad se mantiene sólo mientras el sujeto esté cerca de aquello que la causa.
“La agorafobia y la claustrofobia afectan al 3 ó 4 por ciento de la gente, e igual es la frecuencia de los ataques de pánico”, revela el galeno.
Además hay niveles, pues la claustrofobia puede iniciarse con síntomas leves, pero la persona empieza a sucumbir al miedo, lo que es un gran error porque cada vez que la persona cede a su temor y se libera de aquello que lo causa y que genera la ansiedad, el miedo se refuerza.
Modelos de aprendizaje
Hay varios modelos de aprendizaje envueltos tanto en la agorafobia como en la claustrofobia severa: haber sido víctima de una situación de encerramiento o confinamiento. En la medida en que se rehúye al encierro y se calma la ansiedad, se produce una fijación más profunda de la fobia. Una salida sana sería poder aguantar y resolver el miedo dentro del espacio que lo genera sin ceder, pues así se estaría ayudando a la extinción de ese miedo. Pero esto sólo debe hacerse “si es soportable”.
Un factor clave es que las fobias tienden a ser frecuentes en ciertas familias. Esta teoría habla de dos aspectos, una parte hereditaria, que determina que ciertas familias tienen predisposición genética o son más fácilmente condicionables a aprender temores, y la otra habla sólo del aprendizaje, que ocurre cuando los niños ven los miedos en sus familiares y los aprenden.
El caso de los mineros atrapados en Chile es un buen ejemplo. En quienes sean rescatados con el tiempo se verá variedad de consecuencias.
“Algunos seguirán trabajando la minería, y otros jamás volverán a pasar ni cerca de donde haya una mina, dependerá de su nivel de condicionamiento al miedo”, explica Montalvo Arzeno. Así como hay personas que huyen de cualquier cosa que les indique peligro, hay otras que lo desafían.
Las consecuencias
La claustrofobia puede tener complicaciones cuando quien la sufre empieza a sentirse incapaz, impotente o incompetente para llevar su vida. Muchos claustrofóbicos se sienten mal por no poder viajar en avión, o cuando tienen que subir seis pisos por la escalera porque le temen a un ascensor. “Esa limitación puede hacer que la persona caiga en una depresión o terminar bebiendo o usando alguna droga para tratar de vencer ese miedo”, dice el médico.
Además, si la ansiedad no llega a controlarse y la persona se ve expuesta a aquello que le atemoriza por mucho tiempo, su sistema nervioso autónomo se mantendrá en plena actividad y si tuviera alguna lesión cardíaca, ha sufrido un pre infarto o tiene alguna condición coronaria, puede sufrir un infarto.
El caso de los aviones
En el mundo del transporte, el avión es especial, pero también lo es en el ámbito de las fobias. El avión tiene tres características sensibles: primero, tiene espacios reducidos y limitados, lo que asusta al claustrofóbico.
Segundo, no se puede salir en el momento en que se quiera, lo que atemoriza al agorafóbico, y tercero, hay un pensamiento que acompaña a todo el que lo aborda: ese artefacto se puede caer.
TRATAMIENTO DE LA CLAUSTROFOBIA
La claustrofobia se trata exitosamente con la terapia conductual y medicamentos que ayudan a controlar la ansiedad. Montalvo Arzeno comenta que se usa mucho la terapia de desensibilización sistemática o método de Wolpe, con el que se manda al paciente a graduar su temor de 1 a 100 dependiendo de las situaciones que lo causan, luego se induce a la relajación y la persona va imaginando vívidamente sus temores en orden y va practicando hasta que se presente en la vida real.
“En algunos casos se trabaja directamente, se manda al paciente con un ayudante que puede ser un trabajador social o estudiante de psicología entrenado para que vaya a desafiar la situación que le causa fobia, se le expone gradualmente a ese miedo luego de haber pasado el método de Wolpe”, explica el psicólogo. Además está la terapia implosiva, donde se induce al paciente a exponerse a su miedo de modo radical, pero esto puede ser contraproducente en algunos casos, aunque en otros, funciona.

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